“Cuando echo un vistazo a las cifras, la cantidad de violaciones, dentro y fuera de la pareja, maltratos físicos y psicológicos, emocionales, comprendo que no tenemos herramientas para aprender a querernos bien”. Así explica Coral Herrera (Madrid, 46 años) por qué escribió 100 preguntas sobre el amor. La Revolución Amorosa para jóvenes (Catarata, 2023). Esta doctora en Humanidades y Comunicación llegó a esa conclusión porque lleva años observando y analizando. Desde que hizo su tesis doctoral —La construcción sociocultural del amor romántico—, hace dos décadas, ha estado dando talleres y charlas, sobre todo en institutos. Los últimos cuatro años, en un programa con menores con condenas por violencia machista y sexual: “Es el trabajo más duro que he tenido en mi vida, la mayoría de ellos no tienen conciencia, por ejemplo, de que violar a tu novia es violar”. Está “preocupada”, afirma que “los discursos incels [de célibes involuntarios] y de Vox han calado muy fuerte en la población juvenil”. Aunque, a la vez, cree que se puede abrir otro futuro para las generaciones que vienen porque “hay parte también que lo ve muy claro”.

Lo que no cree, sino que está “convencida” es de que “hay que intentarlo”. ¿El qué? Reaprender que el “amor no es solo la pareja, sino la red que uno crea y mantiene alrededor, que es la base de la salud mental y emocional”, por un lado. Por otro, desmontar el amor tal y como se lo lleva entendiendo el último siglo: “Que en ningún caso amar es sufrir, sacrificarse ni soportar”.

Aquí, 15 de las cuestiones que Herrera recoge en su libro y que “son para cualquiera”, porque, “aunque mayoritariamente quienes sufren las consecuencias de los mitos y estereotipos del amor romántico son las mujeres, también ellas se relacionan a través de esas ideas”.

1. Sufrimos mucho por amor, ¿por qué?

La respuesta de Herrera está relacionada con cómo se entiende el amor: “Como una guerra en la que el objetivo es dominar a la otra persona. Necesitamos sentir que es nuestra y debe satisfacer nuestras necesidades”. Son los hombres, sobre todo, explica, quienes son socializados y aprenden que esa desigualdad es “lo normal”. Las mujeres interiorizan que se “necesita el amor de un hombre para estar completas”; e, incluso educadas en libertad, “la gran mayoría viven como criadas con una doble jornada laboral”. De ahí, el sufrimiento: “Nos han idealizado el amor hasta tal punto que la realidad nos supone una constante decepción. Cuanto más distancia hay entre el mito y la realidad, más sufrimos”.

2. La idea de que el amor lo puede todo, ¿es cierta?

El “no” de Herrera es rotundo. El amor, enumera, “no puede con el machismo, con la violencia, con los problemas del otro, con las mentiras, los malos tratos, la falta de cuidados ni el abuso”. Para ella, “el mito de la omnipotencia del amor es otra trampa del patriarcado” para que nos creamos que cuando las cosas van mal en la pareja tenemos que “luchar por el amor hasta el final y tener fe en que todos los esfuerzos que estamos haciendo van a dar sus frutos y van a servir para algo”. Esa es una idea que, en relaciones en las que existe violencia, puede llegar a perpetuarla durante años.

3. Tener pareja y olvidarse de una misma

La divulgadora habla “del mito del amor-fusión”, basado a su vez en el de la media naranja: que las parejas deben “fundirse” como si fueran una sola persona y “centrar toda la energía, tiempo y amor en una sola persona”. A veces, ellas y ellos, pero sobre todo ellas, “dejan a sus amigos y sus grupos sociales y se acoplan a los del novio, lo cual hace que aumente su dependencia”. Cuanto más lejos se está de la propia red, más vulnerabilidad hay: “Y cuanto más solas nos sentimos, más inseguras y más necesitadas de amor. Para que eso no suceda, es fundamental equilibrar el tiempo que dedicas a tu pareja con el que dedicas a amigos, familia y a ti misma”.

4. Las estrategias que se usan para limitar la libertad de la pareja

Las ponen en marcha tanto mujeres como hombres, pero, recuerda Herrera, sobre todo ellos.

La manipulación psicológica y emocional, es decir, “explicarte amablemente que él sabe mejor que nadie lo que necesitas y es bueno para ti”, que asegura la divulgadora que puede acabar destrozando la autoestima y la seguridad en una misma.

El chantaje emocional, cuando se “finge estar triste, enfermo o dolido” por algo y se “ofrece la posibilidad de arreglarlo cediendo a sus deseos”, con frases como: “Si no vas a la fiesta, seguro que me siento mejor”.

Amenazas y coacción, que “tienen un tono más elevado que el chantaje e incluyen algún tipo de castigo”, como: “Si te pones ese vestido tan provocativo, aquí se acaba la relación”.

O por la fuerza, directamente, con frases como: “No pienses que puedes hacer lo que quieras”.

Para que eso no suceda, Herrera explica que hay que sentarse al principio de la relación para marcar límites y explicar a la otra persona que la libertad no es negociable, y advierte de no dejarse engañar por “el truco de ofrecer su libertad a cambio de la tuya”; por ejemplo: “Yo no voy a hablar nunca con mis ex, así que espero que tú hagas lo mismo”. Para ella, “es fundamental respetar la voluntad de la otra persona, su libertad de movimientos, su privacidad, el uso que hace de su tiempo libre, el espacio que dedica a sus pasiones y a su red afectiva y social”.

5. Nadie es de nadie

Explica Herrera que “los principales valores del amor romántico son el de la propiedad privada, la posesión y la dominación”, “contrarios” a los del amor. “Cuando quieres a una persona, quieres que sea feliz, contigo o sin ti, que viva su vida con libertad, que se sienta igual a ti, que esté contigo porque quiere”. Incide Herrera en que es “muy importante” poder confiar en la pareja: “Si no existe la confianza mutua, no es posible tratarse bien: cuanto menos confías, más vigilias y espías a tu pareja y más te pones en el papel de policía o carcelero. Vivir con miedo es un auténtico infierno”.

6. Las señales de la violencia machista

A veces creemos que “cuando estamos en pareja es normal renunciar a algunas cosas, ceder constantemente y asumir que ya no somos ni tan libres ni tan autónomas”, pero “el precio” de esas ideas es “demasiado alto”, dice la divulgadora. Estas son algunas situaciones que apunta para ayudar a ver las señales que pueden indicar que se está sufriendo violencia: “Si no te respeta, te da órdenes, te prohíbe hacer cosas, te habla con desprecio, no confía en ti, se burla con crueldad, te humilla a solas o en público, se hace la víctima para que tú quedes como la mala, te controla, te trata como si estuvieras loca, te grita, o te insulta, estás sufriendo violencia. Si tú modificas tu comportamiento para que él no se ofenda o se enfade o se sienta mal, te culpas a ti misma de su enfado, o en algún momento pasas miedo, estás sufriendo violencia”. Y si eso ocurre, afirma, “tienes que salir corriendo de esa relación”.

7. Las depravadas no existen

“Las mujeres a las que les gusta mucho el sexo son unas depravadas”, pero las mujeres que no follan, unas “estrechas o puritanas”. “Es muy difícil saber cuál es la cantidad exacta de sexo que podemos tener: nos van a atacar igualmente”, escribe Herrera. Por eso, dice la escritora, es necesario desterrar la idea de que “el prestigio social tiene que ver con la vida sexual” y “dejar de ejercer violencia” por este motivo: “También las mujeres ejercen violencia sobre otras mujeres usando chismes, rumores o comentarios. Incluso tú misma puedes ejercer violencia contra ti cuando te criticas después de haber tenido relaciones sexuales: una de las armas del patriarcado es la culpa, que sirve para que nos reprimamos y castiguemos a nosotras mismas”.

8. Las puritanas tampoco existen

“Hace muy poco, gracias al feminismo, tomamos conciencia de que si nuestra pareja no acepta un no por respuesta y trata de penetrarnos, estamos sufriendo una violación”, arguye Herrera. Y recuerda que cuando no se tienen ganas, deseo, motivación, “tienes derecho a decir no”, tanto a parejas como a amantes, a conocidos y desconocidos: “Cuando hemos empezado el proceso de cortejo, nos hemos besado, llegamos a la cama y de pronto nos damos cuenta de que no nos sentimos cómodos o no nos apetece tanto como creíamos. Da igual donde estés, no importa si estás desnuda o vestida. El sexo solo puede tener lugar entre dos o más personas que se desean”.

9. No querer ponerse el condón, machismo y maltrato

Una de las ideas más comunes en las relaciones sexuales es que son más placenteras sin protección, y también es más común que sean ellos quienes pidan hacerlo sin condón. Pero, explica Herrera, insistir en no usarlo es “poner en riesgo tu salud, una forma de desprecio y también de pedirte que le des prioridad a su placer y te olvides del tuyo, lo que demuestra que no solo es egoísta, sino machista”. Y es también “maltrato”. Tanto “no usarlo como quitárselo a medio camino es una de las formas que menos percibimos porque, como siempre, lo que importa es la necesidad de ellos y su placer”. Pero, además, esta práctica, llamada también stealthing, es un delito: en España, en 2019, una sentencia sentó precedente cuando un juzgado de Salamanca condenó a un hombre por quitarse el preservativo sin el consentimiento de una mujer como autor de un delito de abuso sexual.

10. El sexo anal: o mutuo y placentero o nada

El sexo anal es una práctica que se ha ido extendiendo a través de la pornografía en parejas heterosexuales y suelen ser ellos quienes lo piden. Pero es algo que requiere “mimo, paciencia y amor”, si no, dice Herrera, “puede ser una de las vivencias más horrendas y dolorosas del mundo”. Cuenta en el libro la cantidad de “chicas que se someten a esa tortura para complacer a sus novios” y que “cada vez hay más adolescentes en urgencias, con el ano desgarrado. Algunas precisan de cirugía y medicación”. Recomienda que, si es, sea siempre con la condición de ser consensuado, “mutuo y placentero”. “Y, si no te gusta, dilo claramente, no sufras ni aguantes por amor”. Eso, apostilla, “no es amor”.

11. Compartir con las parejas las anteriores relaciones sexuales, ¿sí o no?

El derecho a la intimidad y la privacidad son dos cuestiones que Herrera explicita. “Tú eliges si quieres o no quieres compartirlo, y tú decides cómo lo cuentas, cuándo y a quién”. Añade también una cuestión de la que muchas veces no se es consciente: “Las mujeres que han sufrido acoso, agresiones y violaciones sexuales sienten miedo, culpa y vergüenza, y a veces necesitan muchos años para poder hablar de ello”. Por eso, suma, “si tu pareja no quiere hablar, es mejor esperar a que pueda hacerlo, a que le apetezca, a que se sienta cómoda y segura”.

12. Discutir sin hacerse daño, ¿se puede?

A veces, “comentarios cargados de desprecio, bromas humillantes, insultos, acusaciones falsas, ataques y amenazas” se normalizan en una discusión como “arma” para hacer daño a la otra persona. Para que eso no ocurra, Herrera propone varios pasos a seguir. Primero, “darnos cuenta de que no tenemos derecho a hacer daño a los demás, por muy dolidos o dolidas que estemos”. El segundo, “tomar conciencia de que el objetivo de una pelea es llegar a acuerdos y buscar soluciones”. Y el tercero, “tomar conciencia del lenguaje”, si incluso “cuidando las palabras te das cuenta de que estás intentando hacer daño, parar inmediatamente y, si no logras controlarte, salir del espacio de discusión y no volver hasta haberte calmado y puedas hablar sin herir a la otra persona”.

13. Los negacionistas del amor

En general, son ellos quienes, en ocasiones, tienen pareja pero niegan tenerla: “El negacionista del amor, con su forma de actuar, nos dice que no valemos lo suficiente para poder llegar a ser su pareja”. Así, la otra persona queda “oculta” a su entorno, a sus amigos, a su familia. Para quien lo sufre, eso puede suponer “el derrumbe” de la autoestima. El consejo de Herrera es que “si no hay reciprocidad, si no se tienen las mismas ganas, si te quieren invisibilizar, si niegan tu existencia, nada de crearte falsas esperanzas ni de esperar el milagro romántico, lo mejor es dejarlo enseguida y ahorrarte toneladas de sufrimiento”.

14. El amor se acaba: hay que aprender a despedirse

Una vez que pasa esa fase, la de “estar borrachas de amor”, el enamoramiento, Herrera explica que pueden suceder dos cosas. “Si la otra persona nos ha idealizado mucho, es muy probable que se decepcione cuando nos conozca bien. A veces, pasa lo opuesto: cuanto más conocemos a alguien, más nos gusta”. ¿Qué ocurre en el primer caso? Lo mejor, afirma, es aprender a despedirse. “Si no hay respeto, nada que nos una, lo mejor es separarse. Nos cuesta mucho poner punto final a las historias. Si fuéramos capaces de hacerlo en su momento, nos ahorraríamos meses y años de sufrimiento. Se trata de tomar conciencia de que si no hay reciprocidad, lo mejor es dejar la relación”.

15. Una única norma

Si hubiese que elegir una única regla a seguir a la hora de relacionarse con los demás, para Herrera es “el cuidado hacia una misma y hacia las personas con las que nos relacionamos”. Escribe en el libro: “No importa si compartes una noche o 500 noches, si tu relación dura mucho o poco, si es abierta o cerrada: todas las personas con las que estés merecen respeto, buenos tratos, sinceridad, honestidad, ternura y cariño. Y tú también lo mereces. No lo olvides”.

E insiste al teléfono en que “lo romántico es un asunto político, que otras formas de querernos y de separarnos son posibles”. También en la idea de que, “aunque el amor es un instrumento de control social para las mujeres, también es revolucionario”, porque es “lo único que puede salvarnos de tanto odio y tanta violencia”. Es lo que subyace a las 100 preguntas sobre el amor de Herrera: “Haciendo la revolución amorosa podemos cambiar realmente el mundo, transformando nuestras relaciones y nuestra forma de organizarnos, se puede acabar con el patriarcado y con las relaciones de abuso y violencia. Un mensaje en positivo, la idea de que podríamos disfrutar mucho más del sexo y del amor si lo liberamos del machismo”.