Dos semanas después de celebrar su tercer título de campeón del mundo de Fórmula 1, Max Verstappen llegó revitalizado a la siguiente cita del calendario, en Austin, donde el holandés se pegó un festín de los suyos y donde no dejó nada para el resto. Si acaso, la pole position que se llevó Charles Leclerc de forma casi anecdótica si tenemos en cuenta que el monegasco cruzó la meta el sexto, por detrás de su compañero, Carlos Sainz (cuarto). Fernando Alonso se vio obligado a abandonar a falta de cinco giros para el final, en un fin de semana para olvidar para Aston Martin, que comenzó con un grave problema de frenos en sus dos monoplazas que comprometió lo que vino después.

A pesar de dejar escapar la primera plaza de la parrilla, después de que los comisarios le anularan su vuelta rápida por traspasar los límites de la pista en la última criba de la cronometrada, Verstappen tiene coche y manos de sobra como para darle un giro a eso y a mucho más. El sábado ganó la sprint casi sin despeinarse, y el domingo siguió de fiesta para adjudicarse el 15º triunfo del año, una cifra que le permite igualar el récord que él mismo estableció la temporada pasada. Si tenemos en cuenta que todavía faltan cuatro paradas para que el Mundial ponga el cerrojo en Abu Dabi, a finales de noviembre, lo normal es que el corredor de Red Bull ponga el listón mucho más allá, a ver quién es el guapo que lo supera. Con esta victoria, el chico nacido en Hasselt (Bélgica) acumula ya el medio centenar, y las que le quedan.

Para cualquiera de sus rivales, arrancar desde la sexta posición supondría una condena. Para Mad Max, eso se convierte en una golosina, el picante que necesita para no quedarse dormido al volante. Esta vez, en Texas, la marca del búfalo rojo cambió el guion habitual, ese que pasa por soltarle amarras a Verstappen para que se imponga a lo bestia; para adoptar una estrategia menos agresiva pero igual de efectiva, basada en una cocción lenta para no degradar las gomas. De cualquier forma, el Niño Maravilla de Red Bull tuvo que sudar más de lo esperado, sobre todo por el comportamiento de unos frenos que el propio piloto definió como “una basura”, y que le condicionó de forma evidente en el último tramo de la prueba, en la que Lewis Hamilton se llegó a ver con opciones de imponerse dos años después de la última vez (Arabia Saudí, en 2021).

Lewis Hamilton en un moomento de la carrera celebrada en Austin.CHANDAN KHANNA (AFP)

Desde Mercedes le pusieron la zanahoria a Hamilton, que fue comiéndole terreno a su rival y a quien le faltó una vuelta para poner al tirano en serios aprietos. El podio lo completó Lando Norris, líder durante el primer cuarto de la prueba, pero que no pudo hacer nada para evitar que los lobos que llegaban por detrás terminaran engulléndole.

En un ejercicio marcado por el sosiego que se ha instalado en el taller de la escudería energética, los berridos de Verstappen por la radio para que Gianpiero Lambiase, su ingeniero de pista, no le hablara mientras frenaba fueron el reflejo más fiel del estrés al que Hamilton le sometió. Una buena noticia para la hinchada, que seguramente arde en deseos de que esa igualdad se mantenga la semana que viene, en México.

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