Casi 50 años después, el Atlético tuvo que volver a resistir y defender un empate en Glasgow en inferioridad numérica. Esta vez por la expulsión de De Paul a falta de un cuarto de hora, después de un partido empapado de la mística de Celtic Park, con más vísceras que precisión, pero con aroma de Copa de Europa de toda la vida. Con el Atlético vistiendo de rojo y azul, como en el duelo del 74, y con el coliseo local encendido y hasta reivindicativo poblándose de banderas de Palestina, una de ellas formada en una esquina con un mosaico de camisetas con los colores verde, negro y rojo. El empate sitúa al Atlético segundo de grupo tras el Feyenoord, de modo que tendrá que trabajarse los tres partidos de la segunda vuelta para estar en octavos.

2

Hart, Greg Taylor, Carter-Vickers, Alistair Johnston, Liam Scales, Reo Hatate (Paulo Bernardo, min. 7), Matt O’Riley, McGregor, Luis Palma, Daizen Maeda y Kyogo Furuhashi (Forrest, min. 79)

2

Atlético

Oblak, Mario Hermoso, Witsel, Savic, Saúl (Rodrigo Riquelme, min. 45), De Paul, Javi Galán (Marcos Llorente, min. 45), Nahuel Molina, Koke, Morata (Correa, min. 72) y Griezmann

Goles 1-0 min. 3: Kyogo Furuhashi. 1-1 min. 24: Griezmann. 2-1 min. 28: Luis Palma. 2-2 min. 53: Morata.

Árbitro Felix Zwayer

Tarjetas amarillas Carter-Vickers (min. 30), De Paul (min. 34), Javi Galán (min. 37), Nahuel Molina (min. 48), Luis Palma (min. 50), Greg Taylor (min. 58) y Savic (min. 82)

Sin Lino lesionado e intuyendo ese partido volcánico, Simeone le dio vuelo a Javi Galán, antes que al centelleante Riquelme. El Celtic olió la sangre por ese costado porque desde el primer balón quiso medir al nipón Maeda con las hechuras de Galán. Y no tardó en hacer saltar las costuras del Atlético por ahí, aunque quedó retratado todo el sistema defensivo. Galán no se enteró del desmarque de Furuhashi hacia dentro tras dar un pase que recorrió la frontal del área sin que se cruzara una bota de un jugador del Atlético. Tampoco se enteraron De Paul y Hermoso del toque interior que le dio O’Riley para que el japonés superara a Oblak con un disparo suave y certero. Apenas habían transcurrido cuatro minutos de juego y Celtic Park era un hervidero.

El fútbol de libre mercado ha propiciado que hasta ocho jugadores asiáticos formen parte del plantel del campeón escocés, pero con lo que aún no ha podido la modernidad es con la historia. El Celtic es un grande venido a menos. Un ganador de la Copa de Europa de 1967 formado por entonces por chicos criados en los suburbios de la periferia de Glasgow. No hay apenas reminiscencias en el plantel de ese localismo, pero lo que sí existe aún son esas 60.000 almas que abarrotan las gradas para mantener viva la llama de la grandeza y sostener la heráldica.

Rugía Celtic Park en cada presión de su equipo y en cada disputa ganada. Al Atlético le costaba detectar las salidas del mediocentro McGregor y los movimientos dinamiteros de O’Riley y Furuhashi, convertido en una especie de nueve mentiroso que trataba de hurgar entre Witsel y la espalda de Koke, Saúl y De Paul. Fue éste el que dio un golpe en la mesa para tratar de sacar a su equipo de la nadería con la pelota. De nuevo, un chorro de minutos sin un pase decente hasta que De Paul empezó a querer combinar con Griezmann y con Nahuel Molina. Estos tres forman ya un trío que se busca y se encuentra con facilidad. Han formado una de esas sociedades que amasan el tejido de un equipo. Ahí emergió un Atlético potable al que le dio para empatar. De Paul le filtró un pase a Molina y este fue golpeado en el talón por Taylor. Al lanzamiento fue Griezmann, al que el veterano Hart le adivinó la intención y palmeó la pelota contra el palo. El rebote fue a parar al galo, que a puerta vacía remachó con alivio el golpe de fortuna.

Antoine Griezmann intenta un remate, ante la oposición de Liam Scales.
Antoine Griezmann intenta un remate, ante la oposición de Liam Scales. JASON CAIRNDUFF (Action Images via Reuters)

Los cambios

No le dio el tiempo al Atlético a cimentar sobre el empate el gobierno del juego. De nuevo, volvió a despistarse en una banda. Esta vez en la izquierda. Maeda, que se había cambiado de flanco, apareció traicionero por la espalda de Nahuel Molina. Su centro hizo un viaje de costado a costado por medio del área de Oblak. Otra vez sin nadie para interceptarlo, pero sí el hondureño Luis Palma para amasarlo libre de marca. Su violento derechazo cruzado entró tras reventar primero en el palo.

De nuevo se inflamó Celtic Park, que agrandó a su equipo igual que pareció empequeñecer al Atlético. Oblak tuvo que intervenir en un duro disparo de O’Riley que buscaba la escuadra para evitar un descalabro mayor antes del descanso. Las correcciones de Simeone fueron claras y contundentes. Sentó al desbordado Galán bajo la excusa de que tenía una amarilla y también relegó a Saúl, que no se impuso en el juego aéreo en los balones largos y tampoco armó fútbol. Riquelme y Llorente fueron las soluciones. El primero mostró el cuajo y el descaro que tiene para amenazar siempre que merodea por las inmediaciones del área. Puede que le falte gasolina para la ida y la vuelta, pero con la pelota juega muy suelto y afilado. Para Llorente, la suplencia fue el primer aviso de una temporada en la que no se encuentra. Por eso festejó tanto su asistencia a Morata. Una comba con bote que fue remachada en plancha por el nueve madrileño, que está firmando su mejor temporada. No solo por los goles, también porque sostiene a su equipo cuando necesita estirarse.

Ese tanto sí que le hizo pupa al Celtic, que vio la mejor versión del Atlético, ya con Correa en el campo. Una maniobra de las suyas en una baldosa cosida con un derechazo pudo suponer el golpe definitivo, pero Hart la sacó. Estaba en plena crecida el equipo de Simeone, pero la expulsión de De Paul le obligó a resistir otro empate en Glasgow.

Puedes seguir a EL PAÍS Deportes en Facebook y X, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.