El personaje Checo Pérez (Guadalajara, 33 años) ha evolucionado con los años. Primero era visto como el adolescente greñudo que quería hacerse un lugar en el automovilismo de la mano de su padrino Carlos Slim, el hombre más rico de México. Después mutó en uno de los mejores por encima del resto en la Fórmula 1, es decir, nunca sin superar a los de Mercedes, Red Bull o Ferrari. Su última faceta sufrió una metamorfosis completa: firmó por el equipo del búfalo rojo y podía aspirar más seguido a los podios. Fue en ese momento cuando en su país le enaltecieron más allá de un ídolo deportivo, casi una imagen intachable. Se desató la Checomanía.
México no figuraba en la Fórmula 1 desde la leyenda de los hermanos Rodríguez. Pedro y Ricardo figuraban en el circuito en la década de los sesenta. El primero ganó dos veces un Gran Premio, el segundo fue piloto de Ferrari. Ambos fallecieron a bordo de un coche a causa de errores mecánicos. Con los años llegaron otros pilotos como Moisés Solana o Héctor Rebaque, pero los mexicanos perdieron interés. La descorazonada se agravó cuando la F1 quitó de su calendario dos veces al país. La primera vez ocurrió de 1971 a 1985 porque en la carrera de 1970 hubo más espectadores que entradas vendidas. Aficionados rompieron las barreras de protección para sentarse a un costado de la pista e incluso Jackie Stewart arrolló a un perro que se coló en la pista. La otra pausa ocurrió entre 1993 y 2014. Las esperanzas se renovaron en 2015, cuando el gran circo volvió al país, pero con un ingrediente extra: había, de nuevo, otro piloto.
Pérez entró al carril de la Fórmula 1 en 2011 tras ganarse un lugar en Sauber. La promesa mexicana parecía haber encontrado su gran oportunidad cuando McLaren le fichó en 2013 para que fuera el heredero de Lewis Hamilton, quien se había marchado a Mercedes. Todo salió mal con el auto. El fuego del mexicano se apagó. Recaló en Force India y ahí se estancó en la mitad de la parrilla. Cada temporada, como máximo, aspiraba a llegar una o dos veces al podio. El momento que le inmortalizó ocurrió en plena pandemia y cuando Lawrence Stroll le quitó su sitio para dárselo a Sebastian Vettel en lo que sería Aston Martin. Pérez, ya sin nada por perder, buscó una hazaña que pudiera sanar su herida carrera a la que le faltaba un triunfo. Ese llegó en Baréin, en el Gran Premio de Sakhir, cuando empezó con una pinchadura de neumático, fue último entre los pilotos y, en una carrera sólida, trepó hasta el primer lugar. Las lágrimas del piloto dejaron una imagen idílica para los suyos.
Ese triunfo le abrió las puertas de Red Bull. Tuvo que adaptarse al toro. Al mexicano le ficharon para ser el escudero de un Max Verstappen, que aspiraba a su primer título. Pérez se puso al servicio del equipo y fue clave para cortarle el paso a Hamilton. El segundo año del mexicano se coronó con dos victorias, sobre todo, la que consiguió en Mónaco. Pérez está por finalizar su tercer año, el penúltimo en su contrato. Hasta ahora tiene seis victorias, 253 carreras completadas, un récord que ostenta Fernando Alonso con 373. Sus aspiraciones a ser campeón del mundo se disipan al tener a Verstappen a un lado. En esta temporada, el tricampeón mundial casi le dobla en puntos a su compañero (466 frente a 240) con el mejor coche de la temporada, adaptado a las necesidades del neerlandés. “Teníamos un gran auto, pero un auto que cada vez me era más difícil sacarle el máximo con los ajustes. Eso hizo que fuera una temporada de altibajos”, comentó el mexicano en la semana previa al Gran Premio en casa.
Esta temporada, sin embargo, ha sido irregular para el mexicano. Mientras Verstappen se coronó en Qatar, a falta de cinco carreras, Pérez entró en una espiral de bajo rendimiento que le suponía sufrir en las pruebas de clasificación. Mientras Verstappen volaba, a Checo le ganaban las curvas. La relación entre ambos se fracturó en São Paulo, el año pasado, cuando el neerlandés se negó a darle su lugar a Pérez, quien aspiraba pelear por el subcampeonato. “No sé qué pasó, después de lo que he hecho por él. Si tiene dos campeonatos, es gracias a mí”, lanzó. En ese momento, la familia de Verstappen empezó a recibir insultos y amenazas en redes sociales. Ese hecho provocó que los seguidores radicales del mexicano llenaran de abucheos al campeón. Así pasó en Miami y Austin este 2023. Ante eso, los organizadores del GP mexicano lanzaron la campaña Racepect [un juego de palabras entre carrera y respecto] para pedir que todo lo que pase en la pista, se quede ahí. Este año, el neerlandés llegó al país con un guardaespaldas privado debido, según ha admitido, para evitar a los fans fuera del hotel y a los del paddock. El año pasado, todos los pilotos afrontaron el acoso de los fans en el pasillo más exclusivo del circuito debido a una mala actitud de los aficionados con las entradas más costosas. “Ha sido honestamente una gran recepción aquí como siempre las he tenido”, comentó. “Los fans mexicanos realmente quieren a Max”, defendió Pérez.
Fiesta por Checo
En cada evento publicitario al que acude Pérez es recibido como la última estrella de la música, venerado casi como un santo. En las semanas previas al Gran Premio de México, la cara del mexicano está en todos los espacios publicitarios. Los restaurantes abren los domingos por las mañanas de carrera para que se reúnan los aficionados. No hay transeúntes sin alguna prenda alusiva a Checo. Las entradas por verle, que superan los 260 euros, se agotaron un año antes. Ante eso, la televisión en abierto decidió comprar los derechos para transmitirla a todo México gratis e incluso habrá festivales por la capital mexicana para seguirle en pantallas gigantes.
“Toda mi familia va a estar aquí toda la semana y me encantaría que me vieran ganar enfrente de toda mi gente y país que ha estado incondicionalmente conmigo”, contó Pérez esta semana. Los dos años pasados ha terminado en tercer lugar con las tribunas desbordadas. Pérez no sube al podio desde septiembre, en Monza, y quiere volver a pisar los escalones de los ganadores en casa. Existe la esperanza, aunque sea mínima, de verle triunfar. La realidad y los errores han amargado a los Checofans. En caso de triunfo, México siempre tiene lista la fiesta.
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