El cerebro de los ajedrecistas está muy influido por patrones: estructuras típicas de piezas o peones de las que han visto partidas, quizá muchos años atrás, que pueden recordar de forma consciente o inconsciente; esto último es lo que llamamos intuición, que podemos definir como la memoria inconsciente.
La intuición de Thorfinnsson, un aficionado islandés de alto nivel, pero prácticamente desconocido fuera de su país, funcionó muy bien el 16 de mayo de 2015. Él sabía que en el tipo de estructura que tenía en el tablero es frecuente sacrificar un alfil contra el enroque del rival. Pero pronto vio que la forma tradicional de ese sacrificio no funcionaba en esa posición concreta, sería un suicidio. Sin embargo, lejos de desistir y pensar en otra cosa, Thorfinnsson profundizó en el patrón, buscó maneras creativas de adaptarlo, se fio de su intuición, aceptó el alto riesgo… y así creó una pequeña obra de arte.