Se estrenó Brutus, texto creado por Oscar Barney Finn y Marcelo Zapata, con la dirección de primera. La historia romana cobra universalidad en el teatro Payró los viernes y sábados a las 20 horas, con las actuaciones de Paulo Brunetti, Ana Yovino, Carlos Kaspar, Nelson Rueda, Beatriz Dellacasa, Mariano Madrazo y Joaquín Cejas.

Con una trayectoria importante no sólo en los escenarios sino también en el cine y la televisión Barney Finn qui contar esta historia. Subraya: «Para mí fue muy importante encontrarme con Marcelo (Zapata) y poder trabajar este texto con él. difícil el intercambio. Soy muy obsesivo con las lecturas e investigaciones, más allá del resultado final».

—¿Por qué hoy este personaje?

— Fue un proceso muy apasionante. Escrito en 2007, quería hacer Julio César de Shakespeare y cuando leo el análisis que hace Harold Bloom en La invención de lo humano, donde asegura que la acción pasa por Brutus me decidió. Ya me había pasado con aquella película Julio César de Joseph L. Mankiewicz con Marlon Brando, John Gielgud y James Mason, me apasionó aquel Bruto. Así me huí encontrando que quería hacer una obra de cámara, una ceremonia y no una propuesta histórica.

—La obra se focaliza en el asesinato de Julio César, el antes y el después del crimen. ¿Influyó lo que sucedió el año pasado con la vicepresidenta?

— (Se ríe) Nada que ver. Eso es lo interesante, los espectadores pueden interpretar como quieran. La gente no sabe leer que esos crímenes, como el de Julio César, fueron inútiles. En este caso, la rueda vuelve, terminó la república y llega el imperio. El motivo central de Asesinato no terminado. En el nuevo texto también se trata de la búsqueda de la identidad de Brutus, y que él tiene la incertidumbre de si Julio César era o no su padre. Esa es una de las pocas frases que mantuvimos de Shakespeare, cuando se dice: «tú también, hijo mío» cuando lo mata con el puñal. Aparecen dos mujeres de gran carácter, su mujer y su esposa, infrecuentes para esa época romana.

—¿La relación entre Julio César y Brutus está en la historia?

— Efectivamente, en la historia existe la duda de si Brutus era o no hijo de Julio César. Hay mucha literatura y textos referidos a este tema. Siempre quedó la duda, no hay certezas.

—Hay una frase: «La moral en ciertas circunstancias es un lujo que no nos podemos dar». ¿Eres asi?

—¿Eso no ocurre en la política y en la vida? ¿Toda la gente tiene moral? Vivimos en la inmoralidad muy a menudo en pequeñas cosas, que a lo mejor no nos damos cuenta. Por eso me parece interesante remarcar algunos temas. En el camino conocí a este personaje que me interesó.

— Dirección de actores de la talla de Alberto de Mendoza o Eva Franco. ¿Sentís diferencias con estas nuevas generaciones?

—Todos eran apasionados por lo que hacían, mejores o peores, más o menos quisquillosos, pero creo que los que están trabajando ahora conmigo también tienen pasión. Sería imposible embarcarse en un espectáculo que degustemos. Era otra época, aquellos pertenecieron a otra etapa. Tenian condiciones de vida que les permitía vivir del teatro o del cine. Hoy el que te brinda su tiempo hace doble o triple sacrificio, porque debe compartirlo con otras propuestas. ¿Cómo no voy a respetar, admirar y proteger en lo que pueda a esta gente que se saca su tiempo para seguirte en una propuesta de este tipo, sin seguridad económica? O cuando te convoca un teatro oficial donde hay sueldos fijos, hay intérpretes que viven entre el Cervantes y el San Martín. Reconozco más a este elenco que se pone al hombro esta mochila y lucha con vos.

«No, renuncio a los unipersonales ya las comedias»

Con sus 84 años Oscar Barney Finn elige qué hacer y con quiénes trabaja hoy: «Siempre me encuentro con intérpretes apasionados, desde Marta Lubos, cuando hizo El diccionario y ahora Paulo Brunetti, quien me ayudó a levantar esta producción de Brutus.»

Continúa: «El público cambió pero cuando hay buenos espectáculos la gente va, como ahora pasa con Héctor Alterio diciendo textos de César Vallejo. by Pablo Kompel or Sebastián Blutrach. También admiro a quienes sostienen salas independientes como Alejandro Samek con Andamio 90 o Roberto Castro con El Portón de Sánchez. No me resigno a que nos condicionen. Creo que tenemos que ir más allá de las comedias. Incluso durante la pospandemia nuestras plagamos de unipersonales y humor”.

Cuando se le preguntó si lo convocaron a dirigir un teatro oficial es rotundo: “Nunca me lo ofrecieron, pero tampoco lo hubiera aceptado. Quisiera en estos puestos gente preparada, que sepa dialogar con los que hacen la vida artística y que se alejen de la soberbia. Extraño a Kive Staiff, quien siempre apoyó la cultura. El medio que tiene funciones públicas, como cuando creó la carrera de imagen y sonido en la UBA o estuve en el directorio del Fondo Nacional de las Artes o integró el consejo asesor del INCAA o la dirección artística del Festival de Mar del Plata, me dejado bueno pero un poco maltrecho. Ahora estoy preparando un documental ficticio sobre Beatriz Guido, a quien conocí y estamos en el año de su centenario”.

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