Pablo Laso, con el Bayern Múnich.

Una leyenda del Real Madrid se sienta en el banquillo del Bayern Múnich. Pablo Laso (Vitoria, 56 años) ha emprendido la aventura alemana después de marcar una era en el conjunto blanco y de un año fuera de las canchas. Aquel infarto de miocardio que sufrió el 5 de junio de 2022 puso un cierre áspero a 11 temporadas como técnico del Real Madrid. En la mochila, 22 títulos y el récord de partidos dirigidos (860) y victorias (659) en la casa blanca. En Múnich comienza a construir otro edificio desde los cimientos.

Pregunta. ¿Por qué eligió el Bayern Múnich?

Respuesta. Son muchas cosas. El baloncesto alemán está creciendo. El Bayern Múnich como marca es más que reconocida a nivel mundial y en baloncesto quieren ir a más. Están haciendo las cosas muy bien. Valoré muchas cosas que me hicieron tomar esta decisión. Como todo en la vida, puedes acertar o no.

P. ¿Echaba mucho de menos entrenar?

R. Sí, lo he echado de menos. Es mi vida. Desde los 15 años soy profesional del baloncesto, jugador o entrenador. Y cuando estás fuera, lo echas de menos, es inevitable. También he sabido llevarlo bien, como un año de ver el baloncesto de otra manera, de aprender, de observar a otros entrenadores y otros equipos, y a los jugadores de otro modo. He aprovechado el tiempo para hacer cosas que la vorágine de la competición no te deja.

P. ¿Qué ha visto desde fuera?

R. Vi una Euroliga muy competitiva. La salida de los equipos rusos hizo que los demás conjuntos se igualaran mucho. Había muchos jugadores muy capaces en todos los equipos. Igual el mejor equipo durante 10 meses fue el Olympiacos, pero fue campeón el que ganó los cinco últimos partidos, el Real Madrid. Eso habla muy bien de una competición en la que todo el mundo tuvo sus opciones, muy atractiva. En la Liga española, el Barcelona hizo de la necesidad final un acicate.

P. Más de un año después del infarto, ¿cómo está físicamente?

R. Bien. Intento cuidarme un poco más. Recuerdo las palabras del cardiólogo al día siguiente de mi operación: “Señor, usted está mejor que hace dos días”. No tengo ningún problema.

P. Visto desde fuera, ¿ha notado que los entrenadores viven un partido con enorme intensidad?

R. Sí, me he dado cuenta ahora que lo he vivido desde fuera, pero siempre lo he pensado. El entrenador de baloncesto toma muchas decisiones y participa mucho en el juego. Al haber muchos cambios de posesión, los tiempos muertos, los parones entre cuartos…, interactúa mucho más que un entrenador de fútbol.

P. ¿De qué se siente más orgulloso de su etapa en el Madrid?

R. Del tiempo. Muchas veces en el deporte lo que menos se tiene es paciencia. Haber estado tanto tiempo en el club significa que han valorado mi trabajo y eso me hace estar muy orgulloso.

Pablo Laso
Pablo Laso, en su etapa en el Madrid.GETTY IMAGES

P. ¿Dejó un legado, el lasismo?

R. Recuerdo cuando vino Facu [Campazzo] en 2015, y en 2023 ha sido mvp de la Supercopa. Eso significa que logré que mis jugadores siguieran mejorando. Ese es mi mayor orgullo. Aunque fuera por egoísmo puro, siempre quise que mis jugadores fueran mejores para tener mejor equipo y ganar más partidos.

P. ¿Le gusta controlar todo lo que pasa en la cancha o dar libertad? ¿Dónde está el límite?

R. Hay que combinar las dos cosas. Hay que aceptar la libertad que necesitan los jugadores para sacar lo mejor de sí mismos, y creo que hay que controlar las cosas que como equipo debemos hacer bien. Ese es el límite, pero es muy difícil saber dónde está. ¿En dejarles hacer lo que quieran? No. ¿En controlarlo todo? Para mí, tampoco. Es imposible.

P. ¿Qué es innegociable?

R. El compromiso, la intensidad y el esfuerzo. Yo puedo entender el fallo, el error, pero no puedo entender que no haya esfuerzo. Tengo amigos que cuando un jugador falla un tiro libre, me dicen: “Yo le tendría tirando tiros libres todo el día”. Y les contesto: “¿Y eso hará que el día que lo vaya a tirar lo meta?”. Pues no. Yo creo que el castigo, solamente el castigo, no hace que las cosas salgan mejor. Al jugador hay que convencerle, no castigarle. Vamos al ejemplo de aquel americano que llegó tarde y le pusieron 1.000 dólares de multa. Le dio 5.000 al delegado de equipo: “Toma, por hoy y por las cuatro veces más que voy a llegar tarde”. Eso no sirve.

P. ¿Usted se considera un entrenador duro?

R. Me considero más exigente que duro. ¿Qué es ser duro, que mis jugadores vomiten en la cancha? Pues los saco fuera y los pongo a correr 10 horas. ¿Soy súper duro por eso, por hacer que los jugadores estén en la cama a las diez de la noche, eso es ser duro? No. Pero a los jugadores hay que exigirles, y si tienen que estar acostados a las diez, que lo estén.

P. ¿Qué aprecia más en un jugador?

R. Que entienda que no gana él, gana el equipo. Eso es difícil de conseguir, porque hay algunos que hasta cuando pierde el equipo, entienden que han perdido ellos. Y no es así, pierde el equipo.

P. ¿Y qué no perdona?

R. No soporto que falten al respeto a sus compañeros.

P. ¿Los mejores ejemplos?

R. Uno de los mejores del mundo, Luka Doncic. Era súper respetuoso con todos sus compañeros, con el primero y con el que más con Felipe Reyes, su capitán.

P. ¿Cómo le gusta que le recuerde un exjugador suyo?

R. Que diga: “Pablo me ha ayudado a ser mejor jugador y mejor persona”.

P. Las dos últimas selecciones campeonas del mundo son europeas, España y Alemania. ¿Qué le dice eso respecto a la NBA?

R. La NBA sigue teniendo los mayores talentos a nivel individual. Pero creo que los jugadores europeos tienen un conocimiento del juego que les hace diferenciales. Jokic, Anteto y Doncic marcan la diferencia.

P. ¿Ver la NBA le sirve para su trabajo o solo como espectáculo?

R. A veces veo jugadas que pienso que las puedo usar, pero son más bien situaciones sueltas. Hasta que llegan las eliminatorias finales. A partir de ahí, el baloncesto de equipo en la NBA mejora mucho.

P. ¿Le seduce la posibilidad de entrenar en el futuro a la selección española?

R. Sinceramente, no miro tanto al futuro. En deporte no te lleva a nada. Yo no pensaba que me quitarían de entrenador del Real Madrid y me quitaron. No pienso mucho en eso, aunque entrenar a la selección española claro que sería un orgullo. Es una selección súper reconocible y tenemos un grandísimo seleccionador.

P. ¿Le queda tiempo para algo que no sea baloncesto?

R. Hay rutinas que intento mantener, como salir a caminar. Es bueno para mi salud y me permite pensar y darle vueltas a cosas que metido en una cancha de baloncesto no puedes. No soy una persona muy de aficiones. Me gusta ver otros deportes, el fútbol, el fútbol americano, y una buena serie de televisión. Tengo distracciones a las que me obligo porque reconozco que me es muy difícil sacar el baloncesto de mi cabeza. Incluso por salud mental debo desconectar, y no me es fácil.

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