Una acalorada polémica ha sacudido el ámbito cultural en Perú tras las declaraciones de la diseñadora Anis Samanez durante su participación en Orígenes 2024, evento realizado el 28 de noviembre en la ciudad de Lima, cuyo objetivo es promover la innovación y el diseño en la industria. de la moda. Las palabras de Samanez, relacionadas con su experiencia de colaboración con la comunidad indígena Shipibo-Konibo, desencadenaron un intenso debate sobre la apropiación cultural y el respeto a las tradiciones de los pueblos originarios del país.
En su discurso, la diseñadora contó cómo había intentado trabajar con miembros de la comunidad Shipibo-Konibo, uno de los pueblos indígenas más representativos de la Amazonía peruana. Según sus declaraciones, su propuesta consistió en un intercambio de conocimientos: conocer la cultura Shipibo-Konibo mientras compartía con ellos su experiencia en diseño. Sin embargo, señaló que su idea no fue bien recibida por la comunidad. “Me dijeron ‘no’ de frente, me querían cobrar, ni siquiera te digo cuánto me querían cobrar…», dijo Samanez, justificando su sorpresa agregando: «Yo también soy peruana». , sólo porque nací en la costa no significa que sea menos peruano que ellos”.
Estas declaraciones, que fueron captadas en video y rápidamente se viralizaron en las redes sociales, desataron una ola de críticas hacia el diseñador. Muchos usuarios la acusaron de intentar apropiarse del arte Kené, un estilo de diseño tradicional propio de los Shipibo-Konibo, sin valorar ni respetar el trabajo de los artesanos. En respuesta al aluvión de comentarios negativos, Samanez decidió limitar la interacción en sus perfiles de redes sociales, mientras se intensificaba el debate público sobre el reconocimiento y la remuneración justa de las comunidades indígenas por su arte y conocimiento.
El arte Kené, reconocido oficialmente como patrimonio cultural de la Nación por el gobierno peruano en 2008, destaca por sus patrones geométricos únicos y su profunda conexión con la cosmovisión Shipibo-Konibo. Este arte, que se refleja en textiles, cerámica y otros medios, no es sólo una expresión estética, sino también una fuente vital de ingresos para las familias de esta comunidad. Así lo afirmó Olinda Silvano, reconocida artista y líder shipibo-konibo, quien criticó duramente las declaraciones de Samanez en una entrevista con radio Exitosa. “Nuestro trabajo no está siendo valorado. Tenemos que respetar nuestro arte amazónico, nuestro kené”, dijo Silvano, enfatizando que las piezas elaboradas por los artesanos requieren meses de trabajo y están elaboradas con técnicas tradicionales, como el uso de fibras naturales.
Silvano también destacó la importancia económica y cultural del kené para la comunidad Shipibo-Konibo, recordando que cada pieza es resultado de un minucioso proceso artesanal que puede durar periodos de tres a ocho meses. En este contexto, las críticas a Samanez no se limitaron a su aparente negativa a pagar por el conocimiento y el trabajo de los artesanos, sino que también señalaron un enfoque que muchos percibieron como despectivo hacia las comunidades indígenas.
Por otro lado, José Forteza, editor de la revista Vogue en México, quien también participó en Orígenes 2024, hizo un comentario durante la presentación de Samanez que avivó aún más la polémica. Al referirse al arte Kené, Forteza argumentó que “patrimonio mundial significa lo que pertenece a todos”, afirmación que fue vista por muchos como una minimización del valor cultural y el derecho de los Shipibo-Konibo a proteger su patrimonio artístico. Este comentario generó un rechazo inmediato, tanto en las redes sociales como en los medios de comunicación, y contribuyó a que el debate sobre la apropiación cultural cobrara mayor relevancia.
Ante la polémica, el Ministerio de Cultura de Perú emitió un comunicado en el que rechazó las expresiones de Samanez y Forteza, calificándolas de contrarias al “valor cultural e identitario de los conocimientos tradicionales” de los Shipibo-Konibo. El ministerio reafirmó la importancia del arte Kené como una de las principales manifestaciones culturales de la comunidad y destacó su reconocimiento como patrimonio cultural de la Nación, destacando que este tipo de prácticas deben ser respetadas y protegidas.
Ante la creciente presión pública, Samanez recurrió a sus redes sociales para pedir disculpas. En un comunicado publicado en su cuenta de Instagram, la diseñadora admitió que sus declaraciones habían sido desafortunadas. “Reconozco que me expresé a la ligera sobre manifestaciones que son parte de nuestra construcción cultural y que son esenciales para nuestra identidad como país”, escribió. Asimismo, detalló que el video viralizado mostró un episodio de su primer acercamiento a la comunidad Shipibo-Konibo, cuando aún desconocía la dinámica del medio. En su mensaje, Samanez aseguró que, desde entonces, construyó una relación de aprendizaje y respeto con los artesanos peruanos, y reiteró que nunca tuvo la intención de faltarle el respeto a las tradiciones indígenas.
Por su parte, José Forteza también pidió disculpas públicamente a través de sus redes sociales, señalando que en ningún momento quiso restar valor a la riqueza cultural de los pueblos originarios ni minimizar el valor del trabajo artesanal. Sin embargo, sus palabras no lograron apaciguar del todo las críticas, pues muchos consideraron que tanto él como Samanez no entendían la importancia de respetar los conocimientos ancestrales y la autonomía de las comunidades indígenas.
Este caso ha puesto sobre la mesa un tema recurrente en el ámbito del diseño y la moda: la delgada línea entre inspiración y apropiación cultural. Mientras algunos sostienen que la colaboración con comunidades indígenas puede ser una forma de dar visibilidad a su arte y generar ingresos, otros insisten en que estas dinámicas no deben darse desde una posición de superioridad, sino bajo principios de equidad, respeto y remuneración justa.
El debate también ha puesto de relieve la necesidad de proteger las expresiones culturales de los pueblos indígenas frente a prácticas extractivas que, bajo el pretexto de la innovación, acaban despojándolos de su propiedad intelectual y de los beneficios económicos que deberían derivar de su trabajo. En este contexto, el arte Kené no es sólo un símbolo de identidad para los Shipibo-Konibo, sino también un recordatorio de la importancia de valorar y preservar las tradiciones culturales en un mundo donde la globalización y la comercialización amenazan con diluirlas.
La polémica en torno a Anis Samanez y sus declaraciones ha servido como un llamado de atención para la industria de la moda en el Perú y el mundo. Más allá de las disculpas, el caso resalta la urgencia de establecer mecanismos claros para garantizar que las colaboraciones con las comunidades indígenas no sólo sean respetuosas, sino que también contribuyan al bienestar y desarrollo de estas poblaciones.