Envuelto en un chándal azul y ancho, Carlos Alcaraz departe en la sala de conferencias del Pala Alpitour dolido, aunque a sus 20 años mantiene el mismo espíritu autocrítico y constructivo que suele suceder a cada una de sus derrotas. Acaba de caer contra Alexander Zverev en su estreno en la Copa de Maestros, en una actuación que ha confirmado lo que se sospechaba antes de su debut: está mentalmente agotado. Anímicamente saturado. “No me he sentido bien a nivel tenístico, tengo que mejorar”, expresa delante de los periodistas tras el 6-7(3), 6-3 y 6-4 (en 2h 31) favorable al alemán, bicampeón del torneo. Y añade: “El año ha sido muy largo y muy exigente. Tengo que mejorar para llegar a este punto de la temporada en mejores condiciones, sobre todo a nivel mental. Probablemente se trata de cansancio [físico] y de cansancio mental, de estar sometido a una exigencia bastante alta durante tanto tiempo”.

Admite el murciano que a estas alturas, el cuerpo y sobre todo la cabeza fallan. Se resienten en un instante crucial, dado que la derrota contra Zverev le expone al precipicio: o vence mañana en el segundo compromiso de la fase de grupos a Andrey Rublev –batido por Daniil Medvedev (6-4 y 6-2) en la sesión nocturna–, o su primera aventura en el territorio maestro habrá terminado. En su breve pero intensísimo recorrido por la élite, Alcaraz afronta por primera vez un escenario de crisis, teniendo en cuenta su proyección. Nunca hasta ahora había tropezado tres veces seguidas en el circuito de la ATP ni había experimentado una sensación similar, la de moverse entre arenas movedizas. Camina, pero se atasca. Quiere, pero no puede. Sabe el de El Palmar que precisa de un último empujón, pero la mente flaquea y su tenis ha perdido alegría y pulcritud, ese aderezo hedonístico que lo hace diferente.

A falta de lo que pueda suceder estos días en Turín, el contador refleja que ha disputado 75 partidos este curso, por lo que ya ha superado los 73 del anterior. Alcaraz ya no es el jovenzuelo que viene e ilusiona, sino que hoy está sometido a los rigores de las figuras y al escrutinio permanente de los millones de ojos que le siguen y le juzgan, que le exigen que día tras día, semana tras semana y mes tras mes gane. Desapareció el margen de error. La erosión es física y el chasis (fascia plantar, espalda y otras zonas) acusa diferentes dolencias o malestares, pero por encima de todo, el tenista está siendo víctima de una fatiga psicológica que hasta ahora desconocía. Todo era novedoso para él y, de alguna manera, todo era ganancia. Ahora el listón está muy elevado y se le exige en consecuencia.

Alcaraz, en una maniobra defensiva desde el fondo de la pista.GUGLIELMO MANGIAPANE (REUTERS)

“Si quiero ganar este torneo alguna vez y terminar el año como número uno, tengo que mejorar y llegar a este punto del año tranquilo, bien y con ganas de ganar todo lo que se me ponga por delante. Creo que es una cuestión de cansancio mental”, incide el chico, que antes de afrontar el otoño rubricó siete meses extraordinarios en los que obtuvo seis trofeos, el primero en Wimbledon y también en Indian Wells o Queen’s, escenarios de máximo prestigio. Ha ido procesando, pues, un sinfín de emociones que se añaden al volumen mediático que ha ido ganando su figura, una de las más cotizadas en términos de mercadotecnia y de las más admiradas por las nuevas audiencias del deporte, que se identifican con él por la juventud, el desenfado y ese discurso que manifiesta sin tapujos sus ganas de triunfar. La ola popular (con sus pros y contras) es gigantesca.

Lesiones y estrés

Pese a que su círculo personal y profesional trate de protegerlo, la impermeabilidad resulta imposible y la dinámica del circuito, extenuante, no le concede tregua por más que haya intentado dosificar su presencia en las pistas y de que haya descongestionado su calendario. El tenis obliga a jugar y a jugar, y en el caso de Alcaraz, hoy por hoy, a ganar y ganar. Es el peaje por el que pasaron todos los fueras de serie. Tampoco han sido benevolentes las lesiones, que agregan un extra de estrés por el temor a volver a caer en sus redes. Comenzó el año con una sacudida en la pierna derecha que le impidió competir en Australia y posteriormente fue padeciendo varios percances, o bien amagos que le han obligado a permanecer alerta.

“Al final tengo 20 años, aunque me considero ya un jugador con algo de experiencia por todo lo que he vivido. Todavía me queda muchísimo, obviamente, pero cada vez lo voy llevando mejor”, se refiere a la exigencia. “Por lo menos tengo claro lo que me está pasando y lo que tengo que mejorar, y, a partir de ahí, habrá que ponerse manos a la obra”, prosigue el español, que no perdía tres partidos sucesivos desde 2021, cuando a las derrotas en Acapulco (Zverev) y Miami (Ruusuvuori) le precedió otra en un challenger de Gran Canaria (Trungelliti).

Alcaraz accede a la pista de Turín.
Alcaraz accede a la pista de Turín.Clive Brunskill (Getty Images)

“Al final del segundo [set] o el principio del tercero ha habido un momento en el que he tirado como tres o cuatro puntos fuera a la primera. Eso no puede ocurrir. Al final, cada uno tiene su estilo, pero eso sí, yo me fijo en Novak [Djokovic]; por ejemplo, él nunca te regala la primera, y muchos otros jugadores tampoco. Es algo que tengo que mejorar, que está en mi mente cada vez que me pasa. Debo intentar mejorar la consistencia, porque hoy me ha faltado bastante”, se afea después de haber cometido 28 errores no forzados, prácticamente la misma cifra que de golpes ganadores (29). Impreciso en los tiros y sin capacidad para dominar con el drive, ni desbordar con esa derecha que probablemente sea la más poderosa del circuito, encara ahora un cara o cruz para seguir en el torneo.

“Es el único en el que una derrota no te elimina, así que tengo la oportunidad de seguir mejorando para intentar pasar el round robin [grupo]. Mañana entrenaré para mejorar las cosas que no he hecho bien hoy, que son bastantes. Y a partir de ahí, veremos a ver…”, afirma resignado el número dos del mundo, que ha peleado con Djokovic por el trono hasta la última recta de este 2023; “al final esto es el Masters, están los ocho mejores jugadores y tenemos claro que cada partido podría ser la final de un Grand Slam, así que vamos a intentar llevarlo lo mejor posible e intentar jugar a nuestro mejor nivel”.

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